El informe 2021 de Latinobarómetro es desconcertante. Lo es, primero, por el descuido en la redacción del que suele ser un documento tan importante como leído. Está mal escrito, plagado de fallas de sintaxis y ortografía.
Su redacción tiene, por momentos, una pretensión literaria que termina por exotizar América Latina, por perder poder explicativo y rigor, todo ello sin lograr que el texto sea más bonito. Desconcierta eso, sin tomar en cuenta el desorden de la argumentación. Pero lo importante de Latinobarómetro siempre ha estado en los números, que resultan también desconcertantes por la realidad que muestran. Me refiero a México.
El dato más preocupante es, sin duda, el apoyo al autoritarismo, que pasó de ser 11 por ciento en 2018 a 22 por ciento en 2020. Si se suma ese porcentaje a 26 por ciento de las personas para quienes da igual la democracia que el autoritarismo, tendremos una base social de 48 por ciento de la población que no está convencida de querer vivir en democracia. La situación es un poco más grave si se toma en cuenta el 36 por ciento de apoyo que concita la idea de tener un gobierno militar —que no se registra en el informe pasado, el de 2018. Sobre el apoyo a un eventual gobierno militar debo destacar que no es nuevo. El proceso viene de atrás. Ya en 2017 el Centro Pew registraba un apoyo de 42 por ciento de las personas a esta posibilidad. Era, en ese entonces, el porcentaje más grande en América. Hoy, en Latinobarómetro 2020, el país es superado en ese indicador por Paraguay, Honduras y Guatemala. No es extraño, pues desde el sexenio de Felipe Calderón y hasta nuestros días se ha hecho descansar el prestigio del Estado en las Fuerzas Armadas.
Lo más raro, desconcertante y preocupante es la desproporción entre el crecimiento del apoyo a la democracia y el apoyo al autoritarismo. Por una parte, el apoyo a la democracia en México creció de 38 a 43 por ciento, 5 puntos que son significativos, aunque nos mantengamos 20 puntos abajo del máximo histórico del país. Por otra parte, como digo arriba, el apoyo al autoritarismo se duplicó y llegó a 22 por ciento. ¿Qué pasó en estos años para que eso sucediera? Va una hipótesis. Partamos de que el Presidente de la República concita un apoyo mayoritario e inspira confianza a la mayor parte de los mexicanos, mientras varias políticas del gobierno se evalúan mal y la mayoría de los mexicanos piensan que el país no avanza significativamente, lo que muchos analistas han considerado contradictorio. Quizá no hay contradicción. Quizá lo que sucede es que la mayoría cree en las intenciones del Presidente, ve sus esfuerzos, valora los cambios, identifica los múltiples frentes, valora su honestidad personal. Quizá es muy común pensar que al Presidente no lo han dejado gobernar los poderes fácticos, que lo sabotean los funcionarios ambiciosos enquistados en todos los resquicios del Estado, que lo malinforman y que lo engañan.
Lo que sigue es que se piense que debería imponerse ante los adversarios del cambio, limpiar el camino de obstáculos a como dé lugar. Eso coincidiría con la observación del encuestador Alejandro Moreno, quien ha apuntado que en la izquierda ideológica el apoyo al autoritarismo es ligeramente mayor, y coincidiría también con la complacencia de una parte de las bases partidistas ante los actos autoritarios de las cúpulas dirigentes.