El 9 de abril, el secretario de Comunicaciones y Transportes declaró, en comparecencia, que la construcción del aeropuerto de Texcoco no se suspendió por la corrupción sino por sus fallas técnicas. Muchos medios difundieron, tergiversando, que no se había encontrado corrupción en la obra. Todo mundo se enteró. Nadie se enteró, en cambio, del informe presentado en la mañanera del 26 de abril, donde Jiménez Espriú documentó sobrecostos, financiamientos irregulares y onerosos, adjudicaciones con convenios modificatorios que incrementaban los precios en miles de millones de pesos y la participación de asesores como Alfredo Elías Ayub y Alfredo del Mazo González para “realizar acciones compensatorias” a actores políticos estatales.
Aunque el informe rendido en la mañanera abría vetas de investigación interesantes, retadoras, donde además se implicaban miles de millones de pesos en probables actos de corrupción, las organizaciones dizque ciudadanas como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) tampoco repararon en él, pese a que ofreciera mucho material para su presunta lucha. En lugar de investigar, pidieron judicialmente respetar las obras y detener las de Santa Lucía, porque su agenda no es la del interés periodístico, sino la de quien pone la plata, o sea Claudio X. González y sus amigos, defensores del aeropuerto de Texcoco. Ganaron en juzgados y tribunales, por ahora. Destaco de ello dos cosas.
Primera. Ganar en tribunales un poquito de tiempo no da la razón. Con buenos abogados y un juez garantista es relativamente sencillo. Fukuyama (poco sospechoso de ser iliberal) consideró a este uso de tribunales para defender intereses particulares como una variante de “vetocracia”. Se trata de impedir la materialización de decisiones políticas utilizando todos los mecanismos judiciales al alcance, de intentar gobernar por la vía del litigio, aspirando a dominar a la democracia por vías no democráticas (generando así decadencia política).
Segunda. El periodismo solo está en MCCI para legitimar la acción política vetocrática. Allí se investiga mientras no se afecte los intereses oligárquicos del señor X. Ostentarse con la típica figura del periodista liberal independiente no le queda a los “investigadores” de MCCI. ¿O será que involucrarse en la coalición empresarial contra el gobierno junto con la Coparmex fue una iniciativa periodística, en defensa de la libertad, promovida por los “investigadores”? Yo les llamo becariato no por desprecio a quienes reciben una beca. En el mundo de la investigación, la diferencia principal entre un becario y un investigador es que el segundo define la agenda de su proyecto. El becario, a diferencia suya, ayuda a una agenda establecida, la facilita, provee de insumos para ella. En este caso, además, los becarios disparan para donde el patrón indique. No importa si la corrupción está en un sitio por miles de millones y les piden mirar a otro donde no ha comenzado una obra. Me hago cargo de que el término es excesivo y no abona al diálogo, pero está más cerca de la realidad que “ciudadanos buscando el estado de derecho”. Sería más valiente asumirse como la oposición empresarial que son.