Llama la atención que sea el panismo, en voz de sus dirigentes, uno de los principales opositores a la política social del gobierno actual; no solo por el nivel de las críticas del que fue un partido de clases medias ilustradas, sino por lo que esa oposición significa en términos del programa histórico de Acción Nacional, olvidado a raíz de su deriva neoliberal. Desde luego, el partido de Gómez Morín no se reconoce en la dirigencia de Marco Kortés, y quizá sería buena idea que los panistas, cuando encuentren que deben replantear el camino, voltearan a ver sus documentos históricos. Cuando se iniciaron los trabajos para inventar Acción Nacional, el memorando básico del comité incluyó el tema de la seguridad social, que debía ser el enfoque predominante de la política social. Más tarde, rememora Gómez Morín “dentro del cuadro general de las medidas sociales postuladas por Acción Nacional, se dio lugar destacadísimo a la creación de un régimen genuino de Seguridad Social”. Dicha propuesta alcanzó su mayor consistencia en ocasión de la tercera convención nacional del PAN, que se reunió entre los días 6 y 9 de mayo de 1943, con particular preocupación por los errores del IMSS.
Más tarde, rememora Gómez Morín “dentro del cuadro general de las medidas sociales postuladas por Acción Nacional, se dio lugar destacadísimo a la creación de un régimen genuino de Seguridad Social”. Dicha propuesta alcanzó su mayor consistencia en ocasión de la tercera convención nacional del PAN, que se reunió entre los días 6 y 9 de mayo de 1943, con particular preocupación por los errores del IMSS.
Seguridad social es diferente de solo salud. Decía el PAN: “El problema social que con un sistema de seguridad ha de remediarse es en general el de la miseria y el desamparo. Es precario el estado de salud de una comunidad humana en la que sean normales el abandono y la miseria. Es moralmente indebido no hacer lo necesario para evitar su existencia”. En dicho dictamen compilado y escrito por Gómez Morín se acordó que “los beneficios consistirán en pensiones en efectivo y beneficios en especie (…) suficientes para garantizar el mínimo estimado de subsistencia decorosa y, en su caso, el tratamiento médico adecuado”.
Y no se trataba de focalizar en los más absolutamente miserables, de solidarizarse a cambio de que se capacitaran, de una política transicional, temporal. Al contrario, el espíritu de dicha política tendría que ser la universalidad, a lo que según Gómez Morín se oponían los comunistas porque eso entibiaría el espíritu revolucionario de los marginados y los trabajadores. “Un sistema de seguridad social no responde a una teoría clasista ni puede ser compatible con una política social consistente en la lucha de clases. Es, por el contrario, resultado de la concepción verdadera de la sociedad como unidad de agrupación de personas humanas iguales en dignidad, en necesidades mínimas, materiales y espirituales, de subsistencia, y en destino superior. Solo así puede pensarse en lograr el carácter esencial que un sistema de seguridad ha de tener y que es el de la universalidad”.
En ese texto dice Gómez Morín mucho más, con precisión técnica, con claridad moral, sobre lo que para él fueron errores en la creación del IMSS. Pugnaba por una política social muy fuerte como la base fundamental del bien común y de la libertad respecto al “peso opresor de la incertidumbre del futuro”. Algo muy parecido a lo que se propone en la reforma al artículo cuarto enviada por el Presidente de la República.