Como los resultados electorales en las principales zonas urbanas del país el pasado 6 de junio, el resultado del ejercicio de la consulta es un llamado serio a reflexionar sobre la base social del proceso de cambio de régimen político en México.
Debemos hacerlo, aún más allá de haber nacido la consulta medio muerta al haber sido disociada de la jornada electoral general, y más allá también del sabotaje mal disimulado que por vía activa, pero sobre todo pasiva, realizaron contra la consulta algunos consejeros del Instituto Nacional Electoral y los poco o nada demócratas partidos de oposición. Del lado de Morena, en cambio, no hubo sabotaje, sino pura incapacidad organizativa. Solo puede considerarse que una parte de la población que participó es la base movilizable de Morena, aun cuando se ha dicho que el padrón “completo” está integrado por más de tres millones de afiliados. De esta manera, los más afectados por los resultados de la consulta son el mito de las estructuras de Morena y el de las dotes de operador de Mario Delgado, pero también el de la generalización del entusiasmo que muchos sentimos por el proceso de cambio. Aunque la abrumadora mayoría de la gente prefiere la marca Morena a los demás partidos, toda su potencia sigue descansando en la imagen del Presidente, y no se trata tanto de base militante como de simpatizantes, menos informados y menos prestos a la movilización. Como apuntó Miliband, la hegemonía a veces se trata más de resignación que de convencimiento activo. La militancia es otra cosa.
No puede hablarse de fracaso, pero creo que convendría hacerse cargo también de que no hubo un éxito allí donde Lorenzo Córdova mismo lo señaló debido a que las casillas se habían instalado correctamente y la ciudadanía acudía a votar. No fue exitoso el INE que, envalentonado por encuestas de confiabilidad de las instituciones ha reiterado la militancia de su cúpula en contra de los ciudadanos y el presidente que promovieron la consulta, dejando más legitimidad de la que piensan en el camino. Pero de nada sirve, a nadie, seguir la corriente a quien señala como exitosa la consulta por el solo hecho de poner el tema de la justicia transicional en la conversación pública. La democracia, es cierto, no puede fracasar, pero los actores políticos sí pueden desaprovechar ese sistema y las oportunidades que presenta. Hay, entonces, una oportunidad perdida y por lo tanto una agenda para el futuro del proceso que queremos que sea la cuarta transformación de la vida pública de México.
Es oportunidad perdida para Morena, que desnudó muchas de sus carencias la única vez que el Presidente se deslindó de un proceso electoral dejando la responsabilidad al partido y a la dirigencia con que fue tan condescendiente. Es oportunidad perdida para el pueblo, para los colectivos de familiares de víctimas, para los que deseamos tener un proceso de justicia transicional serio en el que debería embarcarse también la oposición. En el marco de los resultados de la ENIGH 2020, también puede decirse que, en medio de la crisis más severa de este siglo tenemos gobernabilidad y freno a las oligarquías carroñeras, que es bastante, pero falta pueblo organizado para tareas que serán delegadas al futuro.