Este domingo se publicó una sentencia de Enrique Krauze en el New York Times criticando la visita de AMLO a Estados Unidos. El argumento, más o menos, es que, aunque ambos presidentes son ideológicamente lejanos, tienen cercanías de estilo político, porque uno de ellos reclama “Fake news” y otro sostiene que tiene otros datos. Dice, después, que López Obrador no teme a ningún poder más que a Estados Unidos y que por eso se ha postrado ante Trump.
Tras recurrir a lugares comunes, como el supuesto uso de la Guardia Nacional como muro antiinmigrante, Krauze sentencia dos cosas: 1) la política exterior de AMLO es la más sometida a Estados Unidos en mucho tiempo; 2) sus antecedentes son la cesión de territorio en 1848 y “un tratado” firmado por Benito Juárez y James Buchanan, además, claro, de la recepción de Estado que el entonces presidente Peña Nieto realizó al entonces candidato Trump.
Destaca, pero no sorprende, el escaso rigor argumentativo que equipara la recepción de un presidente a un candidato, como entonces hizo Peña, con el encuentro de dos mandatarios en ocasión de la entrada en vigor de un importante acuerdo comercial. Sobresale, igualmente sin sorprender, que Krauze pase como cosa menor la cooperación directa de diversos presidentes con servicios de inteligencia estadunidenses, o que olvide algunos episodios de colaboración subordinada durante la Guerra Fría; que pase por alto la estrategia de combate al narco, casi absolutamente subordinada a los intereses de Estados Unidos y con funestos episodios a cuestas, como los ocasionados por la operación Rápido y Furioso o la masacre de Allende, una de las peores de la guerra contemporánea en México, desencadenada por una operación antidrogas de Estados Unidos (y para recordarlo vale la pena releer el magnífico trabajo de Ginger Thompson). No sorprende, porque, en su tiempo (en un libro de conmemoración del bicentenario), Krauze festejó dicha estrategia como “una guerra necesaria” y con grandes resultados.
Lo que sorprende es otra cosa. Krauze dice, un poco tímidamente, que Juárez y Ocampo fueron traidores a la Patria o, por lo menos, postrados ante Estados Unidos. Tramposamente, no menciona el tratado “McLane-Ocampo”, sino solo “un acuerdo firmado entre Juárez y Buchanan”. Hace tiempo que hay un debate al respecto. Una posición han sostenido los liberales: se trató de un acuerdo que permitía dar derecho de paso a los estadunidenses por el Istmo de Tehuantepec sin costo, pensado para solucionar un problema coyuntural (la falta de dinero y capacidad militar), que no fue ratificado, que nunca entró en vigor, pero que sí supuso una ayuda inmediata de Estados Unidos a México. O sea que fue pura política real, práctica, sin daños y con beneficios. La interpretación de los intelectuales conservadores fue que se trató de una traición a la patria, una entrega del país. Es la primera vez que Krauze se suma a esa interpretación histórica de lo que no pasó. Su artículo termina acusando a AMLO con Biden, ¿busca príncipe extranjero con tal de ver a López Obrador fuera del poder?