Sin contexto político, el análisis de la carta y el mensaje del presidente López Obrador al rey de España se quedan solo en la discusión de su estilo, en la superficie, en política interior, en nada. El contexto es la antesala de la conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlán y los 200 años de la consumación de la independencia, que serán en 2021 —y el particular del video de AMLO era la batalla de Centla, ocurrida hace medio milenio de este 14 de marzo.
Las naciones son todas inventadas, partamos de eso. La discusión al respecto es más un ejercicio político de la memoria que un asunto historiográfico. Y si fuera solo por precisión, seguramente nadie se estaría planteando qué hacer con la conmemoración de los 500 años, porque además no sería el comienzo de nada. La construcción nacional, al contrario, depende de una memoria moldeada, que da cuenta de una serie de relaciones de poder que le imponen sentido a posteriori. La historia de toda nación es una mirada retrospectiva, una abstracción de lo común, una invención o armonización de símbolos y significados de los que se carecía en el pasado. Ninguna nación ha hecho su historia pensando en un sentido nacional propiamente. Es obvio.
La polémica, entonces, es sobre cómo se dota hoy de sentido a esa historia nacional y particularmente al proceso de conquista desde uno y otro lado del Atlántico. Para el gobierno español, “la llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas”, por lo que rechaza el reconocimiento de agravios, y destaca el encuentro entre dos mundos, la comunidad de dos pueblos libres, sin ira y con afecto. No hay agravios porque no lo eran en aquel tiempo. Es falso, como prueba un ejemplo tan remoto como de 1511: me refiero al sermón de fray Antón de Montesino, que reclamaba las violaciones, la violencia asesina, la burla, y el despojo masivos, o sea la conciencia de la herida infligida.
En el presente todos esos agravios y otros son visibles en la posición de México en la economía-mundo, en el criollismo que mantienen sus estructuras de dominación, y, del otro lado, en la construcción de España como potencia, como nación que se hizo a partir de la explotación de las colonias, un hecho que sigue silenciándose en su historia. España se inventó en buena medida a partir de América. Esto, sin contar muchas otras condiciones acreditadas por estudios poscoloniales en diversas latitudes. El agravio también se refleja en el tonito de encomenderos de Casado, Rivera y Abascal, la lerda derecha española, que sostiene que vino a civilizar América y que deberíamos estar agradecidos; un juicio que se corresponde con la actitud de vasallaje voluntario de parte de la derecha mexicana.
¿Cuál lectura de ambas debe prevalecer? La visión corta irá al detalle historiográfico. Otros intentarán contestarse esta pregunta con un punto medio entre las dos posiciones glosadas, encontrar un acuerdo en el reconocimiento de agravios y frutos del proceso histórico en su conjunto. Si la conmemoración es importante —yo creo que lo es—, la pregunta es fundamental. Si no, todo es fuego de artificio.