De los silencios sobre el secuestro de los normalistas de Ayotzinapa, el que más me llama la atención es el relacionado con Huitzuco y Rubén Figueroa, aun si varias líneas apuntan a dicho cacique y su feudo. El 9 de noviembre de 2012, estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa tomaron un autobús. Se trataba de algo usual, si no fuera porque después fueron atacados por el crimen organizado, gubernamental o no, en Atoyac. Los amenazaron: los vamos a quemar vivos si siguen haciendo chingaderas. El autobús era de Estrella Blanca, propiedad de Rubén Figueroa, cacique, de una estirpe de caciques, resistentes al poder presidencial que quiso acotarlos y exiliarlos desde hace más de medio siglo.
El asunto de los autobuses, en el entramado territorial, es principal y varias cosas son las que podrían explicar amenazas de este tipo. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, por ejemplo, señaló como incorrectamente desestimada por el gobierno mexicano la hipótesis de que la toma de un quinto autobús por los estudiantes —que no fue atacado, a diferencia de los demás, por sicarios— habría sido el móvil de la brutal represalia contra los normalistas ese 26 de septiembre en Iguala.
Los autobuses de pasajeros, lo dijo un informe de la DEA, son uno de los métodos utilizados por cárteles en Guerrero para cruzar droga a ciudades como Chicago. Y hay varias versiones, para empezar la del GIEI mismo, de que el autobús que las autoridades facilitaron a los peritos para su revisión no era el mismo que el que salió de la terminal.
El asunto de los autobuses, repito, es principal: a los normalistas que iban en el 1531 de Estrella de Oro los transportaron cuatro patrullas hacia Huitzuco de los Figueroa. Ahí iba Alexander Mora, cuyo hueso apareció después en otro lado, en manos de la PGR.
Desde luego, después de tanto tiempo de dominio territorial, los negocios de los Figueroa eran bastante diversos, y su control estricto. Arturo Cano, el mejor cronista de México, registró que se hizo un frente de alcaldes para dejar de comprar fertilizante a una empresa de Rubén Figueroa (Figuermex), para comprarlo directamente al proveedor y que eso molestó al cacique, que no solo tuvo incentivos sino medios para crear una crisis política explosiva al gobernador, Ángel Aguirre, relacionado con los caciques de Iguala —Aguirre confesó informalmente a la comisión legislativa de investigación que tenía una relación con la esposa de Abarca, a su vez relacionada con el narco, información con la que contaban desde luego sus enemigos políticos.
El operativo Tierra Caliente no tocó Huitzuco ni otros territorios dominados por los Figueroa, aunque sí se internó en los municipios vecinos en que los homicidios registrados fueron sensiblemente menores en esa época, como registró Témoris Grecko.
Los presidentes no se meten con los Figueroa, por lo menos los presidentes priistas. Si hay algo sustancialmente distinto en el poder, esto habrá de verse en los resultados de la revisión del secuestro de estudiantes en Iguala, que está por cumplir cinco años, cinco años de reveladores silencios intocables sobre la mesa.