La estructura de nuestro espacio político ya es polar: hay dos regímenes en uno y, cada vez más, como ha llamado este fin de semana el Presidente, se concitan definiciones y se —desechan matices morales hacia uno y otro lado. La diferencia principal está en los principios de gobierno: por un lado, están quienes desde el régimen de la transición creen que defienden la virtud (se creen aristócratas o meritócratas, por ponerlo en términos de hoy) y, de otro lado, quienes pensamos que la democracia debe ser más bien el régimen de la soberanía del pueblo, con preferencia por los pobres.
Para unos, en reuniones privadas, este México se divide entre el “pensante” (virtuoso) y el de las “clientelas” (el pueblo ignorante), con una parte perdida en el México mayoritario, “productivo”, que todavía no despierta. Para otros, México sale de un atolladero oligárquico y repara injusticias históricas, se acerca a la democracia y desnuda la farsa de un pluralismo autoritario falsamente virtuoso, que solo la ilusión chilanga vio como una “incipiente democracia”.
Se ha llegado al ridículo en dicha polarización porque cada vez se pasan más límites y los discursos, sobre todo el aristocrático, lucen más vacíos. El fin de semana hubo fuertes protestas claramente causadas por un asesinato derivado de la decisión autoritaria de hacer valer por la fuerza recomendaciones sanitarias. Lo ha dicho la familia de Giovanni López: no traer puesto cubrebocas ocasionó su detención, tortura y asesinato —aunque para Salomón Chertorivski eso sea trivializar solo porque le dio la gana que esos policías no sean policías sino meros infiltrados.
En las protestas, la policía del estado desapareció forzadamente a una veintena de manifestantes. Se trata del delito que más da cuenta de nuestro atraso democrático. Y en la hora más autoritaria, intelectuales y ex funcionarios hablan de que defender a Alfaro es defender la democracia: Enrique De La Madrid tuiteaba su solidaridad “con Jalisco y Enrique Alfaro” porque “las instituciones no se defienden solas”; para Chertorivski, Alfaro “cuenta con el apoyo de muchos que queremos una salida democrática a la crisis nacional”; mientras para Sergio Sarmiento el autoritario gobernante se convertía en un “real contendiente a la Presidencia de la República”. Ni qué decir de Krauze, que lo comparó con Mariano Otero.
La explicación es relativamente sencilla. El viejo régimen de la transición encontró un reducto en Jalisco y en Movimiento Ciudadano: su casta intelectual es paniaguada de Raúl Padilla y el presupuesto de la universidad, aliados de Alfaro; y sus especialistas en política pública fueron, como Chertorivski, acogidos en el “consejo ciudadano” del partido (Ciudadano porque qué oso ser partidista). Alfaro ha sido vinculado por reportes consignados por Anabel Hernández con un cartel de la droga (el que ha operado repartiendo recursos en Guadalajara a plena luz del día). ¿De ahí y del sistema de lavado vendrá su valentía para el separatismo fiscal? Narco, desaparición forzada, sobre eso no se pronuncian. Más que valores democráticos, hay quien ve una esperanza de seguir mandando, de no ser desplazados, de influir por su personal valía.